Por la mañana temprano, me despedí de Karmveer y familia, y cogí el primer autobús rumbo a Udaipur, mi siguiente destino. Por el camino, una parada de rigor en mitad del valle de los montes Araveli, en Ranakpur. No se trata de un pueblo, sino de un complejo monumental, famoso por sus templos jainistas, situados en un paraje excepcional, rodeados de naturaleza. Un lugar donde merece la pena detenerse. Hasta aquí me acompañó Dev Prakash, que fue a llevarle algo a su tío, el cual regenta un excelente parador en esta zona. El viaje hasta aquí fue todo una odisea, con el autobús parándose en los lugares más recónditos y con avería incluida, por la que estuvimos más de una hora parados en mitad de ninguna parte.
La desolación hecha autobús
El principal monumento de Ranakpur es el templo de Adinath. Construido en el siglo XV por un rico comerciante, es el santuario jainista más grande y espectacular de toda la India. La entrada es gratuita, sólo se paga un suplemento por la cámara de fotos, aunque en el interior, los sacerdotes se ponen muy pesados con las ofrendas, y eso que uno de sus votos es desprenderse de los bienes materiales, menos mal. Al entrar, hay que descalzarse y evitar entrar con prendas de piel, ya que uno de los preceptos básicos de los jainistas es no hacer daño a ningún ser vivo. De hecho, los más radicales suelen llevar una mascarilla de cirujano para no tragarse ningún microbio.
Puerta principal
Vista general desde el exterior
Normas para entrar. Las mujeres no pueden entrar cuando tienen la regla, ojo.
Si el exterior ya impone, el interior es aun más impresionante, con su bosque de columnas (1444 en total), esculpidas de forma exquisita, cada una diseñada de forma diferente. Uno de los capiteles no está derecho, según la idea de que Dios es perfecto, pero el hombre no, toma ya. En el interior se respira un ambiente fresco, muy limpio (los jainistas están barriendo el suelo cada dos por tres, para evitar pisar posibles bichitos), una autentica maravilla que hay que detenerse a disfrutar, sin agobios y en tranquilidad.
Fieles en plena oración
Al lado del templo de Adivath, hay otro más pequeño, el de Suparshvanath, conocido como el templo de las prostitutas, por algunos de sus relieves en los muros.
Tras esta visita, me despedí de Dev y cogí el primer autobús que pasaba por allí, en dirección a Udaipur. De nuevo, otra odisea de viaje, por caminos abruptos, curvas sinuosas y algunos tramos de carretera en obras. Al menos, en esta ocasión no hubo que lamentar ningún contratiempo mecánico.
Relieve en el templo de Suparshvanath
Viajar es un placer
Una vez en Udaipur, me encontré con Jitendra, y sin tiempo ni para cambiarme, me llevó a la boda de su primo. Llegamos a tiempo para presenciar el desfile de invitados (todos hombres) hasta la casa de la novia, con el novio a lomos de un elefante. A continuación, el banquete de bodas, de nuevo con total y absoluta presencia masculina en todas las mesas. Pregunté que donde se habían metido las tías, y me explicaron que, según la tradición rajput, el convite es sólo para los hombres, mientras que las mujeres permanecen en casa, acompañando a la novia, orando y cantando coplas tradicionales.
Invitados con su turbantes de gala
Me fui a la cama, una vez más hasta arriba de especias, y mi estómago empezando a resentirse después de tanta comida rajasthani. Al día siguiente, me abstuve de probar bocado. Es la primera vez en la India que tuve que llegar a este punto.
Para terminar esta entrada, agradecer una vez más a Dev Prakash por acompañarme hasta Ranakpur, y a su tío, por tan suculenta comida (con cervecita fresca incluida) y su amabilidad.
Aquí os dejo los datos de su parador, por si alguien decidiera hacer un descansito por allí:
Roopam
www.roopamresort.com
E-mail: info@roopamresort.com
La desolación hecha autobús
El principal monumento de Ranakpur es el templo de Adinath. Construido en el siglo XV por un rico comerciante, es el santuario jainista más grande y espectacular de toda la India. La entrada es gratuita, sólo se paga un suplemento por la cámara de fotos, aunque en el interior, los sacerdotes se ponen muy pesados con las ofrendas, y eso que uno de sus votos es desprenderse de los bienes materiales, menos mal. Al entrar, hay que descalzarse y evitar entrar con prendas de piel, ya que uno de los preceptos básicos de los jainistas es no hacer daño a ningún ser vivo. De hecho, los más radicales suelen llevar una mascarilla de cirujano para no tragarse ningún microbio.
Puerta principal
Vista general desde el exterior
Normas para entrar. Las mujeres no pueden entrar cuando tienen la regla, ojo.
Si el exterior ya impone, el interior es aun más impresionante, con su bosque de columnas (1444 en total), esculpidas de forma exquisita, cada una diseñada de forma diferente. Uno de los capiteles no está derecho, según la idea de que Dios es perfecto, pero el hombre no, toma ya. En el interior se respira un ambiente fresco, muy limpio (los jainistas están barriendo el suelo cada dos por tres, para evitar pisar posibles bichitos), una autentica maravilla que hay que detenerse a disfrutar, sin agobios y en tranquilidad.
Fieles en plena oración
Al lado del templo de Adivath, hay otro más pequeño, el de Suparshvanath, conocido como el templo de las prostitutas, por algunos de sus relieves en los muros.
Tras esta visita, me despedí de Dev y cogí el primer autobús que pasaba por allí, en dirección a Udaipur. De nuevo, otra odisea de viaje, por caminos abruptos, curvas sinuosas y algunos tramos de carretera en obras. Al menos, en esta ocasión no hubo que lamentar ningún contratiempo mecánico.
Relieve en el templo de Suparshvanath
Viajar es un placer
Una vez en Udaipur, me encontré con Jitendra, y sin tiempo ni para cambiarme, me llevó a la boda de su primo. Llegamos a tiempo para presenciar el desfile de invitados (todos hombres) hasta la casa de la novia, con el novio a lomos de un elefante. A continuación, el banquete de bodas, de nuevo con total y absoluta presencia masculina en todas las mesas. Pregunté que donde se habían metido las tías, y me explicaron que, según la tradición rajput, el convite es sólo para los hombres, mientras que las mujeres permanecen en casa, acompañando a la novia, orando y cantando coplas tradicionales.
Invitados con su turbantes de gala
Me fui a la cama, una vez más hasta arriba de especias, y mi estómago empezando a resentirse después de tanta comida rajasthani. Al día siguiente, me abstuve de probar bocado. Es la primera vez en la India que tuve que llegar a este punto.
Para terminar esta entrada, agradecer una vez más a Dev Prakash por acompañarme hasta Ranakpur, y a su tío, por tan suculenta comida (con cervecita fresca incluida) y su amabilidad.
Aquí os dejo los datos de su parador, por si alguien decidiera hacer un descansito por allí:
Roopam
www.roopamresort.com
E-mail: info@roopamresort.com
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