viernes, 4 de septiembre de 2009

Mussoorie, en las faldas del Himalaya

Conocida como la reina de las montañas, a 2000 metros sobre el nivel del mar, la estación de montaña de Mussoorie es uno de los destinos turísticos más importantes para los indios durante el verano, debido especialmente a su agradable y refrescante temperatura. Fue fundada durante el periodo colonial, cuando los ingleses se establecieron aquí escapando de los calores de la llanura. Aparte de su fresca y limpia atmósfera, y la formidable naturaleza, destacan las maravillosas vistas del Himalaya que pueden apreciarse, eso si, siempre y cuando el tiempo lo permita. En mi caso no fue así, y las nubes estropearon un poco el encanto del lugar. Aun así, la visita valió la pena, al menos para desconectar del alboroto en torno al Ganges. Me alojé en un acogedor hotelito, el Broadway, desde cuyo balcón se disfruta de un panorama tal que así. Fantástico despertar.





Existen diversos caminos por los que recorrer el pueblo y admirar el excelente paisaje que lo rodea. El principal es Camel´s Back Road, que cubre una distancia de 3 kilómetros. Lo hice por la mañana y en ese momento, aun se podían vislumbrar algunos picos del Himalaya en el horizonte. Por suerte, esta vez no aparecieron ni motoristas colocados ni nada que fastidiara el paseo. Fue genial, las vistas, la calma, los sonidos de la naturaleza…. Sin polución, sin pitidos de coches, sin basura acumulada en los rincones. Por un momento parecía como si no estuviera en la India. Necesitaba algo así, la verdad.







Cogiendo un autobús o taxi desde la parada de la Biblioteca, se puede llegar a las Kempty Falls, unas cataratas que me había recomendado un chaval en el viaje desde Rishikesh. Allí me planté, esperando encontrar una maravilla de la naturaleza, pero lejos de esto, el lugar es más bien algo parecido a un parque acuático, con gente en bañador montada en flotadores, niños chillando y dando la vara, y madres histéricas regañándolos. Un desperdicio de tiempo, aunque de vuelta a la parada de autobús, pude descubrir que la parte de arriba no estaba tan mal.





De nuevo en el pueblo, me puse a dar vueltas, explorándolo de punta a punta, sin prisas, disfrutando de la tranquilidad de sus calles y la cordialidad de sus habitantes. Antes de irme tenía en mente subir hasta Gun Hill, el punto más alto de la localidad, hasta el que se puede acceder en teleférico. Desde aquí se supone que se divisan las mejores vistas del Himalaya. Pero durante el mediodía, un espeso manto de nubes cubrió el pueblo y los alrededores, con lo que pasé de ascender en vano. Esperé un rato a ver si se despejaba un poco el asunto, pero nada, la cosa iba a peor, así que opté por largarme de vuelta a Haridwar, en busca del tren nocturno que me conduciría a Amritsar, mi siguiente destino.





Pese a quedarme con las ganas de ver las nieves del Himalaya, no lo pasé mal en Mussoorie. Fue el lugar ideal de transición, justo a la mitad del viaje, para coger fuerzas, refrescar cuerpo y mente, y respirar aire limpio, cosa difícil por estos lares.

El viaje hasta Haridwar se hizo eterno, montado en un autobús con un conductor kamikaze (¿y quién no lo es aquí?), zigzagueando cuesta abajo a toda pastilla, a través de curvas cerradísimas, y sin ninguna consideración por los pasajeros que lleva. Por él como si portara cactus, total, si de todas formas nadie se queja.

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